La escritura fueron cuatro años de durísimas batallas que justamente coincidieron con las fases más duras del proceso de vuelta a la realidad. Por preferir leer el formato físico antes que el digital, solía imprimir lo que llevaba escrito y trabajaba a mano sobre el papel. Esto dio lugar a cuatro pre-libros muy diferentes en su contenido al trabajo final que apareció en las estanterías de todo el país.

No son solo las diferentes etapas del libro, es el proceso de desradicalización en sí mismo y sus cicatrices pueden verse en los enormes tachones y las notas añadidas en los márgenes.Pre-libro a pre-libro, año tras año, en vez de un cincel y un martillo, fueron un lápiz y una goma los activos testigos del modo en que mi mente se reconfiguraba a sí misma. Lo que varios miles de lectores han adquirido en las tiendas es el resultado de aquel Stalingrado mental y, aun hoy, esa batalla prosigue y no creo que termine en un futuro próximo. Lo mejor de todo esto fue el descubrimiento, una vez superados ya el vacío existencial y la incertidumbre, de esa capacidad humana que nos lleva a sorprendernos continuamente indistintamente de la edad. Disfrutar del descubrimiento y abrazar la inocencia y la humildad de estar en constante aprendizaje desde que nacemos, es decir, el contrapunto de todo pensamiento dogmático.